El uso extractivode los bosques andinos
El Perú ocupa el cuarto lugar entre los siete países amazónicos en términos de tasa de deforestación, después de Brasil, Venezuela y Bolivia. En promedio, el país arrasa con 150 mil hectáreas de sus bosques cada año. El problema tiene distintos orígenes: políticas endebles al concesionar áreas naturales, la dificultad de poner un precio concreto al valor de un bosque y lo que ofrece (aire puro, agua dulce, etc), la larga cultura extractiva de las comunidades nativas, entre otros.
Por ejemplo, por muchos años, en Apurímac se usaba la madera del queñual, uno de sus árboles nativos más emblemáticos, como material de construcción o combustible, para la fabricación de herramientas y producción de carbón o simplemente para adornar las casas en Navidad. Hasta la fecha, entre el 75 y el 90% de la pérdida de los bosques del Perú sucede en superficies de menos de una hectárea por año.
La pobreza extrema en las comunidades de los andes y la falta de herramientas para su desarrollo, promueven estas “pequeñas” talas y quemas de bosques por parte de los comuneros, que, al analizarse en conjunto, representan una reducción significativa de los bosques peruanos.
La conversión de ecosistemaspara usos agrícolas
40 millones de personas dependen de manera directa de los servicios ambientales brindados por los bosques andinos en 7 países andinos.
Los bosques de queñuales cubrían la mayor parte de las montañas andinas, pero los usos del suelo y la ocupación de la tierra han generado la fragmentación del bosque que hoy se observa en un mosaico de parcelas agrícolas y ganaderas. Si bien es cierto las comunidades andinas poseen saberes ancestrales que protegen la biodiversidad, hay otras costumbres menos positivas: la tala de bosques para sembrar alimento para sus animales o la generación de incendios para “provocar” lluvias, por ejemplo.
El sobrepastoreo, por su parte, golpea de manera más directa la calidad del suelo. El exceso de animales pastando largo tiempo en una misma área compacta la tierra. El pisoteo del ganado reduce la densidad y la tasa de infiltración del suelo. Además, los animales consumen el follaje del área donde se encuentran variando así la composición de la cobertura vegetal y de la cantidad de biomasa de las especies locales.
- Las actividades agrícolas, pecuarias y los incendios forestales son las principales causas de la pérdida de bosques andinos.
- Las comunidades campesinas y pueblos originarios que habitan los Andes y que dependen de los bosques andinos para su supervivencia, conocen actividades compatibles con su conservación y con el mantenimiento de sus funciones.
El cambio climático
Los bosques andinos pueden llegar a acumular entre 20 y 40 toneladas de carbono por hectaria por encima del suelo, siendo así una importante reserva de carbono.
Los bosques andinos pueden llegar a acumular entre 20 y 40 toneladas de carbono por hectaria por encima del suelo, siendo así una importante reserva de carbono.
Las montañas son los primeros indicadores del cambio climático y, a medida que el globo terráqueo se calienta, los habitantes de las alturas —entre los más hambrientos y pobres del mundo— se enfrentan a más dificultades para sobrevivir. El aumento de las temperaturas también significa que los glaciares de montaña se derriten a niveles sin precedentes, afectando los suministros de agua dulce de millones de personas. Las gentes de las montañas han acumulado, sin embargo, una gran cantidad de conocimientos y estrategias a lo largo de generaciones para adaptarse a la variabilidad climática.
El calentamiento global, la variabilidad climática y los desastres inducidos por el clima, combinados con la marginación política, económica y social, aumentan la vulnerabilidad de los pueblos de las montañas frente a la escasez de alimentos y la pobreza extrema. Actualmente, se estima que en los países en desarrollo uno de cada tres habitantes de las montañas sufre inseguridad alimentaria. Como consecuencia, la migración aumenta tanto hacia el extranjero como hacia centros urbanos. Quienes permanecen son a menudo las mujeres, que se quedan al cuidado de los cultivos y el ganado; sin embargo, cuentan con escaso acceso a los créditos, la formación y los derechos de tenencia de la tierra. Esta emigración también da lugar a una pérdida inestimable de servicios que obtenemos del ecosistema y de la diversidad cultural y agrobiológica. Las inversiones y las políticas pueden aliviar las duras condiciones de vida de las comunidades de montaña y revertir las tendencias migratorias.
Si el calentamiento global mantiene su ritmo, estudios aseguran que en 40 años las cumbres de los Andes perderían sus glaciares por culpa del aumento de la temperatura, cuya principal causa son los gases del efecto invernadero. Por otro lado, si con el tiempo hay sequías más y más prolongadas, se altera el ciclo del agua, disminuye la cobertura de nubes y, por consiguiente, los bosques de montaña captarían menos precipitación y aumentaría la mortalidad de los árboles y la frecuencia de los incendios forestales.
Sin importar cuál sea el escenario, los bosques andinos son ecosistemas altamente susceptibles al cambio climático.
El contenido de carbono orgánico en el suelo de los ecosistemas naturales andinos, altoandinos y los páramos se encuentra entre los más altos del mundo.
- Las reservas de carbono orgánico en los suelos de un bosque andino a 3000-3300 m.s.n.m. puede llegar a ser 120 tC/ha.
- En los suelos de los páramos, las reservas de carbono orgánico podrían llegar a ser 1400 tC/ha.
Bosques andinos que podrían ser afectados por el cambio climático al año 2050
- 13-21% Bosques pluviales
- 6-7% Bosques pluviestacionales
- 4-5% Bosques xerofíticos
- El cambio en el uso de las tierras causa entre 20 y 100% de pérdida del carbono de los suelos en páramos, puna, jalca y bosques montaños superiores.
¿Qué podemos hacer?
Las amenazas existen pero también el deseo de hacerles frente. En los últimos 40 años, el Perú ha resguardado más de 16 millones de hectáreas de bosques, selvas, glaciares, ríos, etc. Son más de 70 áreas naturales protegidas. Los esquemas de gobernanza y sus políticas tienen que seguir reforzando su interés e inversión en programas de restauración de ecosistemas. Por otro lado, una asignación más eficaz de derechos a las comunidades sobre los bosques que habitan podría aportar a su protección. Se han registrado tasas de deforestación hasta 20 veces mayores fuera de los territorios indígenas que dentro de ellos.
Sin embargo, lo más útil será atacar la raíz del problema: el vacío de conocimiento que existe sobre los bosques andinos y su aporte. La educación sobre estos ecosistemas entre sus propios pobladores es una garantía para su preservación. En la comunidad de Kiuñalla, por ejemplo, los comuneros han aprendido la relación existente entre sus prácticas tradicionales de agricultura y la escasez del agua. Comprenden mejor el impacto de sus acciones en la naturaleza. Hoy siembran especies de árboles nativos a miles de metros sobre el nivel del mar y cultivan pastos con especies que fortalezcan el suelo. Hacen un uso sostenible de los recursos naturales para no perder su sustento
De igual forma, toda persona que busque aprender sobre los bosques nativos está aportando a la solución del problema. La difusión del conocimiento promueve interés: uno siempre cuida lo que le importa.